Aquel día regresó a su infancia, cuando ella lo abrazó. Era una auténtica desconocida para él, sin embargo, las circunstancias quisieron que se abrazasen. Ocurrió en Madrid, en la fiesta del Orgullo Gay. Él no quiso participar. Estaba en contra de esa clase de manifestaciones. En cambio, a ella, además de gustarle, era como una especie de religión. Él bajó un instante a la farmacia. Ella decidió parar para buscar a su madre, que también participaba. Fue en cuestión de segundos, que ellos dos se encontraran. Ella no lo pensó y se abrazó a él, en un impulso de alegría motivado por el espíritu de la fiesta. Inmediatamente el sintió la ternura maternal olvidada. Retornó a sus primeros años de vida. Sintió la protección de sus brazos, y por un momento, él se dejó llevar, imposible no hacerlo, a un estado de felicidad olvidado, para cualquier adulto, fuera de toda preocupación.
Después, ella, se soltó, empujada por la marea urbana, y se perdió entre la gente,
Al año siguiente, sin olvidar, un solo día, ese estado de felicidad infantil que aquel abrazo le introdujo, la esperó durante todo el día en aquella farmacia. Sobre las nueve de la noche, agotado, decidió marcharse, con la sensación de que había perdido a la mujer de su vida para siempre. Al llegar a casa, puso las noticias en el televisor, como última esperanza de volver a verla. Y efectivamente, ahí estaba ella, subida a una farola, con el pecho desnudo. Él sonrió, pues siempre había criticado esa clase de actos. Le parecía imposible lo que iba a hacer. Fue en busca de ella, luchó contra corriente para llegar a esa farola. Se subió a ésta también. Y sin mediar palabra la besó. Creyó entrar en éxtasis. Sabía que ya no se iba a separar de ella nunca. Fue como encontrar, de nuevo, su auténtico hogar. Trans o no, a él no le importó.
Poesía del Conocimiento 