Por eso…

No querer. Querer. No amar. Amar. No odiar. Odiar. Respirar. No respirar. Conocerse. No comenzar.

Quién elige el azar, tal vez tú no me puedas responder, tampoco el Dios que asiste todas las mañanas a su rezo en el encuentro de nuestras plegarias.

El enristre del pecho con los deseos del cuerpo, no hacen amar, porque el deseo cubre de veleidades desdenes, la mancha de la devastadora conciencia.

Laicos y profanos de la Iglesia del perdón, juntan sus almas con la intención de una redención, más profunda que sana, para ondear en cualquier circunspecto corazón.

Querer el amor sin odiar al respirar para así conocerse y poder comenzar. Lanzas de deseo, locura de contingencias buscando antídotos de santos, para atacar a la obtusión.

Nada impide el hecho, sino el hecho concreto, que ni dos, ni tres, ni cuatro, sólo el alcalde, el terrateniente y el ovejero, marcan el cruce de caminos más certero.

Por eso, corazón mío o tuyo, ama, por eso, no te escondas, que todavía no ha nacido un alma agnóstica al placer, beligerante a la llama, a lo que llaman vida, y yerma al destierro vadeable del agua que  la encama.